Magdalena León
ALAI
AMLATINA, 11/07/2014.- Que las cuestiones económicas se definen o
están determinadas por relaciones de poder es quizá más evidente cuando
se trata de los asuntos internacionales, de la geoeconomía. En estos
días, cuando se ha presentado como ineludible la firma de un Acuerdo
Comercial con la Unión Europea, sentimos el peso específico de esos
poderes.
Al
iniciar el siglo los tratados de libre comercio, en particular el ALCA
en el continente, fueron impulsados como instrumento clave de la agenda
neoliberal. Procesos de resistencia desde los pueblos -que incluyeron
profundos análisis económicos para develar las implicaciones de sus
contenidos- aunados a intervenciones decisivas de gobernantes impulsores
de cambios, llevaron a frenar en 2005 la imposición de tal Acuerdo
lesivo a nuestros países. Desde entonces, la realidad en torno a los
tratados comerciales no se ha simplificado, al contrario ahora, crisis y
búsqueda de recomposición capitalista con agenda neoliberal recargada
por medio, es más compleja, si cabe más enredada. Por eso, cualquier
análisis y, peor aún, toma de decisiones al respecto, debería recoger lo
andado y poner en perspectiva nuevas implicaciones, nuevos datos de la
realidad.
El
nombre de los instrumentos parece haber pasado a un segundo plano, la
declaración de principios sobre el libre comercio puede o no estar en el
titular (acuerdo, tratado o lo que fuera), mientras se ubique en la
médula de su estructura. Ese meollo no alude, en sí, a la relación
comercial convencional entre países o grupos de países, con más o menos
controles o regulaciones, con más o menos flujos de más o menos
productos. Lo medular tiene que ver con la institucionalización mundial
de los ‘derechos’ de las corporaciones y empresas privadas frente a los
países, con la formalización y protección de los intereses privados y
particulares frente a los públicos y comunes. Por supuesto esto reviste
grandes complejidades -geopolítica por medio-, pero en esencia se trata
de la relación de los estados -todos, los del Norte y los del Sur
global- con las corporaciones, en momentos en que éstas detentan ya un
poder superlativo.
Quizá
esto, que ha sido uno de los llamados de alerta en las luchas de
resistencia desde el Sur a estos instrumentos, se vea más claro al
considerar el tratado que actualmente se negocia entre UE y USA. Es
decir, no se trata, como tendíamos a mirar, de instrumentos sólo para
consagrar las desiguales e injustas relaciones entre países enriquecidos
y empobrecidos, entre el Norte y el Sur, hoy en ese tratado entre
‘pares’, entre los poderosos del Norte, se disputan precisamente los
alcances de las corporaciones frente a los estados.
A
ese nivel ¿qué tipo de conflictos puede surgir? Un ejemplo de los más
blandos es el actual proceso de venta de la corporación privada francesa
Alstom, que por su tamaño y por estar en el sector estratégico de
energía ha recibido en varios momentos ventajas e inyección de recursos
públicos, cuya compra han disputado la norteamericana General Electric y
la alemana Siemens. Las voces públicas aparecen un poco tarde para
reclamar ser consultadas, para intervenir de algún modo en una
transacción en la que están en juego los recursos públicos invertidos,
el control de las capacidades industriales del país y de temas
estratégicos y de interés público como el manejo de transporte público
involucrado. Vemos estados y poderes públicos a la zaga, disputando
algún poder de negociación ante estas corporaciones que tienen el poder
de hecho, no sobre ‘sus propiedades’, sino sobre procesos estratégicos
que incluyen recursos públicos -los invertidos directamente y los que
hacen parte de las condiciones creadas para la famosa ‘competitividad
sistémica’-, asuntos de interés general, pero que están siendo manejados
y definidos desde el poder y el interés privado.
Esta
es la UE con la que se negocia, representada por un aparente poder
público con real dominio de las corporaciones que a estas alturas no
influencian, controlan.
En
este contexto, en que la UE en tanto articulación de países, en tanto
expresión de poderes públicos no tiene capacidad o posibilidades de
definir y defender sus propios intereses públicos -pues prevalece una
relación de poder tan supra en todos los sentidos- resulta ingenuo, por
decir lo menos, suponer que cambiando algún término en el nombre o
algunos detalles accesorios en el contenido cambie algo de lo
sustantivo. Un cambio cosmético no podrá esconder que se trata de un
formato único, similar a lo irresponsablemente firmado por los gobiernos
de Perú y Colombia -dónde vemos ya los dramáticos efectos en el campo,
entre otros-.
Encontramos,
sin embargo, que se esgrime el mismo argumento que los impulsores
locales del ALCA y sus sucedáneos han repetido por años: se trata de
asegurar mercados para los productos que ya nos compran y ojalá otros
–anclando así una matriz productiva que se busca cambiar-, de mantener
ventajas arancelarias y, más bien como pretexto, proteger empleos en
esas empresas o sectores. En esa balanza, toda la rica agenda de
soberanía y transformación económica contenida en la Constitución y
otros instrumentos, así como la de integración alternativa lucen
huérfanas, carentes de poder.
Junto
con ello, se observa una discrepancia entre lo que cada parte dice
estar negociando. La voz de los protagonistas no da lugar a
interpretaciones: los voceros de la UE no han dejado de referirse a la
adhesión a un acuerdo en iguales condiciones que lo firmado con Perú y
Colombia. Los representantes de nuestro gobierno, sin duda con buenas
intenciones y buena voluntad, dicen que se firmará otra cosa, algo
‘mejor’. Y, casi por encima de los unos y los otros, los representantes
empresariales criollos y europeos protagonizan cada vez más las
negociaciones y las vocerías, al punto que sus declaraciones sobre la
importancia, ‘necesidad’, anticipación de la firma y otros toman la
delantera y pasan a ser secundados por anuncios oficiales.
¿Podremos
revertir las cosas al constatar –no eventual sino seguramente- que ‘nos
equivocamos’, como se ha dicho? No estamos ante un dilema jurídico o
burocrático, sino ante un asunto de poder económico y político que, de
no ponerse en la perspectiva de sus verdaderos alcances e
interrelaciones con lo global, terminará por dar al traste con todos los
esfuerzos transformadores avanzados en el país, será una derrota
histórica irreversible.
Quito, 11 de julio de 2014
- Magdalena León es economista ecuatoriana.
Amigas y amigos: Dónde y cómo puedo conseguir el texto del Acuerdo comercial mutipartes firmado entre Ecuador y la UE?
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