| El ex presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de Ecuador, Alberto Acosta. AGENCIAANDES | 
10 de octubre de 2014
Al
 llegar a la presidencia de Ecuador, el 15 de enero de 2007, Rafael 
Correa confió al economista Alberto Acosta (Quito, Ecuador, 1948) las 
riendas del Ministerio de Energía y Minas y, diez meses después, la 
presidencia de la Asamblea Nacional Constituyente. Sin embargo, la buena
 relación que mantenían desde 1991 se fue truncando con el tiempo. Hoy, 
Acosta es uno de los economistas de izquierdas ecuatorianos críticos con
 el Gobierno y, echando la vista atrás, asegura que Correa “no estuvo 
nunca convencido de los principios con los que levantamos la tesis de la
 revolución ciudadana” y recuerda que el presidente ha 
bloqueado propuestas relativas a la regulación del aborto o el 
matrimonio entre personas del mismo sexo. Además, esta semana se han 
hecho públicos nueve cables diplomáticos a través de la plataforma Filtrala (junto con EcuadorTransparente.org y  AWP) que reflejan las negociaciones (y presiones) de la UE con Ecuador sobre un tema muy espinoso: el Tratado de Libre Comercio.
¿Cómo fue su experiencia con Rafael Correa?
Le
 conocí en 1991. Soy 15 años mayor y llegamos a establecer una amistad 
muy estrecha, casi como hermanos. Con el tiempo, fuimos 
comprometiéndonos en una serie de luchas, de acciones para enfrentar los
 TLC. Dimos batalla e, incluso, publicamos algunos textos y escribimos 
un libro sobre ello, El rostro oculto del TLC.
¿Y la posición respecto a los TLC?
Los
 TLC tuvieron una primera intención, en los años 1990, cuando se trató 
de impulsar el acuerdo de inversiones, especialmente desde Francia. Pero
 fue bloqueado por los sindicatos europeos, especialmente el francés. La
 lucha de 2005 y 2006 que llevó a la victoria electoral del presidente 
Correa se sustentó en la resistencia de amplios segmentos de la 
población ecuatoriana contra los TLC.
Luego
 se trató de impulsar otro tipo de acuerdo multilateral, con el acuerdo 
de libre comercio para las Américas, pero EEUU no lo pudo impulsar por 
la oposición de los movimientos sociales. Cuando se pasó del acuerdo 
multilateral al bilateral con los EEUU, se enfrentó con mucho éxito y 
logramos pararlo 2005.
Uno
 de los elementos que se plantearon en el Plan de Gobierno del 
movimiento Alianza País, en 2006, era no dar paso a los TLC. Alguna vez 
escuché a Correa que él se cortaría la mano, pero que no firmaría un 
TLC. Desde esa perspectiva, comenzó su gobierno con la tesis de “No al 
TLC”.
Cuando
 la UE plantea un acuerdo en septiembre de 2007, Ecuador comienza a 
discutir y luego se retira, junto a Bolivia. Ahora, sorprende que el 
presidente haya vuelto a la lógica del TLC con la UE.
¿Cómo arrancaron las conversaciones con la UE?
El
 septiembre de 2007, la Comunidad Andina de Naciones y la UE empezaron 
sus negociaciones. La UE nos planteó un arreglo para la integración 
andina. Era un acuerdo de asociación para revitalizar la comunidad 
andina, que estaba muy debilitada, aletargada. Pero, en abril de 2008, 
los bolivianos se retiraron porque no aceptaron la lógica del TLC que 
estaba planteado. En 2009, Ecuador también se retira. Sólo siguen 
negociando los vecinos Colombia y Perú, que tienen una lógica neoliberal
 muy clara y también han apostado por TLC con EEUU.
¿Realmente se retiró Ecuador?
Ecuador
 hizo una contrapropuesta para el desarrollo. Pero lo que recibieron los
 países andinos fue una propuesta multiparte, un TLC. Ecuador intentó 
incorporar otros criterios. Pero hay que dejar claro dos puntos básicos:
 los Tratados de Libre Comercio no son sólo de comercio… y no son 
libres.
No
 son sólo de comercio: tienen aspectos adicionales como compras 
públicas, las patentes, los derechos de propiedad intelectual, de las 
comunidades, los derechos ancestrales… hay cerca de 14 puntos, pero sólo
 2 o 3 son comerciales. El resto se conocen como los puntos de Singapur,
 porque se negociaron allí.
Ecuador
 trata de añadir el punto de la cooperación, otros políticos y, el más 
importante, la cuestión migratoria. Fue el punto de partida, con el que 
creíamos que podría prosperar. Pero con la salida del canciller, el 
señor Falconi, en enero de 2010, comienzan a alzar voces en sintonía con
 la propuesta del no al TLC. En 2010, el Gobierno vuelve a abrir la 
puerta a la negociación, pero no fue aceptada por la UE. Dijeron que, o 
se aceptaba el acuerdo sellado con Perú y Colombia, o no se firmaba 
nada. Un dato importante: la embajadora de Reino Unido llegó a plantear 
en 2011 que, si se firmaba el TLC, habría problemas con la Constitución 
de Ecuador. Ahora vemos que el presidente está introduciendo cambios en 
la Constitución para adecuarla al TLC. Por ejemplo: todo lo que tiene 
que ver con la propiedad intelectual de los conocimientos ancestrales, 
que la Constitución prohíbe que sean mercantilizados. También se prohíbe
 la importación y plantación de semillas transgénicas. Se puede importar
 para la alimentación de animales, pero la producción de bienes 
transgénicos está prohibida.
¿En qué quedó la cuestión migratoria?
Ecuador
 querría que nuestros compatriotas no tengan tantas presiones y no se 
les someta a una marginación permanente. Y que se les garantice su 
derecho a permanecer en la UE y que tengan todos los beneficios 
posibles.
Correa niega que vaya a suscribir el TLC de Colombia y Perú.
Dos
 años antes de las últimas elecciones, el presidente Correa ya dio 
señales de que quería un Tratado comercial multipartes: se aceptaba la 
hoja de ruta y se abría la puerta a un tratado de adhesión, con las 
condiciones que habían pactado Colombia y Perú. A continuación, se 
trataban los límites. El contenido no difiere nada entre lo que negoció 
la UE con Colombia y Perú.
¿Qué supone el TLC para Ecuador? ¿Qué lo diferencia de otros acuerdos?
En
 las últimas décadas, se firman acuerdos del tipo TLC, aunque se les 
llame de otra forma. No cambian su contenido, su esencia. Incluyen los 
términos de Singapur, no sólo los comerciales: propiedad intelectual, el
 acceso a los servicios públicos, la protección inversiones extranjeras,
 acceso a los mercados de bienes agrícolas, medidas sanitarias, 
políticas de competencia, la solución de diferencias… una cantidad de 
cuestiones enorme. Prácticamente todos los acuerdos que se están 
suscribiendo están dentro de esta lógica. Está relacionado también con 
el acuerdo transatlántico que están negociando EEUU y Europa, el TTIP. 
Es la madre de todos los acuerdos. Si se ponen de acuerdo, eso va a 
imponer reglas de juego a gran parte del planeta. Y sabemos las razones 
de esto, enfrentar a China e India.
Los
 acuerdos de comercio no son sólo de comercio y no abren la libertad 
comercial. Por ejemplo, los europeos no van a desarmar sus subsidios a 
la agricultura. Y nuestros campesinos van a enfrentar una competencia 
desleal porque no van a poder acceder a ayudas similares, vía subsidio.
¿Qué diferencia los TLC de los acuerdos anteriores?
Los
 Sistema General de Preferencias (SGP) con Europa son meramente 
comerciales temporales, como los que hay con EEUU, que daban concesiones
 a aquellos países andinos que colaboraban con la lucha antidroga. 
Dentro de este esquema, Ecuador tiene durante los próximos meses todavía
 algunos beneficios. Pero se utilizó como una suerte de espada de 
Damocles, después de que firmasen Colombia y Perú. Si no aceptaba, se 
quedaba fuera de las ayudas.
¿Era un todo o nada? ¿No había alternativa al TLC?
Es
 un chantaje: firmar el TLC o asumir el incremento arancelario. Pero la 
pregunta es: ¿Cuánto supondría eso en términos reales? No pasaría de 400
 millones de dólares. Para una economía como la de Ecuador con un PIB 
cercano a los 100.000 millones de dólares no es una cantidad mayor. 
Podría haberse encontrado una solución. No tenemos que ver qué se 
tendría que hacer ahora, sino qué se podría haber hecho hace siete años.
 Correa dijo no al TLC, pero no puso una estrategia para evitar esto, 
para los productos ecuatorianos. Ahora, cuando se ve obligado, tiene que
 agachar la cabeza y aceptar el TLC.
Este
 gobierno comenzó con unos planteamientos muy interesantes: sin estar 
del lado del Banco Mundial y el FMI, oponiéndose al TLC y la política 
neoliberal. Lo preocupante es que hasta antes de que comenzase el 
gobierno de Correa, apenas el 35% de la población apoyaba el TLC, en 
2006. Ahora, el 80%. Es consecuencia de que el Gobierno no desarrolló 
estrategia clara y precisa. Y era posible.
¿Qué se puede hacer ahora?
Habría
 que minimizar los impactos, en el caso de que se firme, para apoyar a 
los productores nacionales. El sector del banano sería el más 
beneficiado por el TLC porque se reduciría el arancel que tiene que 
pagar para acceder al mercado europeo. Se puede pensar en mecanismos de 
financiación, transporte, productividad… ¿Por qué se ha cerrado la 
puerta? Los productos que podrían costar más en Europa sólo son una 
parte del problema. El problema surge por otro lado: las empresas 
europeas van a tener acceso a la contratación pública, una de las armas 
de política fiscal más poderosas. Ecuador lo está entregando, rebajando 
los umbrales. Es una herramienta que ha sido poderosísima para el 
desarrollo.
¿Qué perfil tienen estas contrataciones?
Podemos
 hablar de constructoras, de contratación de servicios, de 
privatizaciones que se habían logrado frenar en Ecuador… Van a ir 
limitando las posibilidades de respuesta autónoma del gobierno de 
Ecuador en un contexto de economía globalizada que exige la mayor 
flexibilidad y creatividad política.
¿Quiénes son los interesados en el TLC en Ecuador?
Hay
 un grupo al que podríamos llamar los poetas del libre comercio. El 
presidente Correa decía que raya más con una religión que con la 
política económica. Son economistas ortodoxos interesados en impulsarlo 
simplemente porque es su ideología. También están los grupos que conocen
 los potenciales beneficios que podrían tener. Los bananeros, en el caso
 ecuatoriano. Un TLC profundiza las dependencia de una economía como la 
nuestra. Vamos a poder competir en los sectores donde tengamos ventajas 
comparativas, donde la naturaleza es generosa y nos permite competir: 
cacao, banano, café, frutas tropicales… aquellos que no se van a 
encontrar en Europa. Pero en vino, cerveza, leche, carne… ahí no podemos
 competir con Europa.
Y
 no sólo se benefician quienes colocan productos en el mercado europeo, 
sino también los intermediarios que ofrecerán negocios a las empresas 
europeas: transportes, intermediarios… Y estas personas ven en un TLC un
 mecanismo para fortalecer su seguridad jurídica, para que el gobierno 
no pueda tomar decisiones arbitrarias. Y, con él, se debilitan y 
archivan todas las propuestas revolucionarias que levantamos hace siete 
años y que están siendo olvidadas.
¿Qué explicación da al viraje de Correa?
Algunas
 cosas no las entiendo. Se requeriría un análisis psicológico, pero yo 
soy economista. El presidente Correa no estuvo nunca convencido de los 
principios con los que levantamos la tesis de la revolución ciudadana. Y
 ha quedado claro con varias medidas. La primera: suscribir un TLC. La 
segunda: desarmar la Constitución de Montecristi, que Correa decía que 
iba a durar 300 años, que era un canto a la vida. Tercero: decía que ir 
con el Banco Mundial era caminar hacia el subdesarrollo, pero ha 
ingresado de nuevo para poder colocar bonos en el mercado internacional.
 También ha negociado con una de las empresas de más dudosa reputación 
en el mundo, como es Goldman Sachs, más de la mitad de la reserva 
monetaria en oro, para conseguir un crédito.
Estamos
 viendo como la gran parte de los planteamientos básicos de la 
revolución ciudadana que están en la Constitución no se cumplen. El 
presidente no quiere dar paso a la reforma agraria porque no cree en la 
redistribución de la tierra. No quiere una discusión nacional que no 
permita la privatización del agua, y que ordene la redistribución del 
agua. En lo laboral, el presidente está ahora en poder de comprar las 
renuncias obligatorias de los servidores públicos: ha logrado sacar a 
muchos de ellos y sustituirlos por miembros del gobierno y del partido 
oficialista. Y al resto de servidores, los ha tenido subordinados, 
disciplinados.
El
 decreto 16 va en contra de la Constitución, de la democracia radical. 
También ha prohibido la discusión del aborto en la Asamblea Nacional… 
¡La simple discusión! Es un católico conservador que está en contra del 
aborto y del matrimonio homosexual. Lo ha dicho categóricamente. Cuando 
dos asambleístas lo plantearon, lo bloqueó y les sancionó un mes fuera 
de la asamblea, con el compromiso de que no volverían a retomar el tema.
 Va quedando atrás todo lo que propusimos.
En
 la página 10 de nuestro programa decíamos que estábamos en contra de 
gobiernos personalistas, autoritarios, caudillescos. Pero en la 
práctica, lo que hemos permitido que se construya es el caudillo del 
siglo XXI. Es lo que tenemos en Ecuador.
Volvamos al TLC. El de EEUU se logró bloquear.
No me sorprendería que dentro de poco firmase también con EEUU.
¿Es posible parar todavía el de la UE?
Yo
 nunca creo esas posiciones de que no hay marcha atrás. Una importante 
movilización en Ecuador podría pararlo. Luego habría que ver la posición
 en los Parlamentos. Pero en Europa es más difícil. Seamos honestos: el 
TLC con Ecuador es de mínima importancia para la sociedad europea. Ni 
siquiera el TTIP ha sido suficientemente tratado. Se sigue negociando de
 una manera poco transparente. Tenemos que confiar en que el pueblo 
ecuatoriano vuelva a tener la conciencia y que protagonice 
movilizaciones como las que tuvimos a principios de los años 2000.
¿Por qué el apoyo popular al TLC ha pasado en ocho años del 35% a 80%?
El
 principal es la falta de una estrategia concreta. Y los grandes grupos 
económicos presionaron con campañas de chantaje: el país podría quedar 
aislado, decían, si no se firmaba el TLC. Pero si todos se lanzan al 
precipicio y nosotros nos quedamos al margen… es la salvación.
Se
 logró que hacer un ministerio conjunto de relaciones exteriores y de 
comercio, una propuesta muy interesante de vincular diplomacia con la 
economía internacional. Pero se volvió a separar y quedó en nada. Los 
contrarios al TLC y del antiimperialismo quedaron en relaciones 
exteriores. Y los llamados pragmáticos, en el de Comercio, que son los 
que impulsaron el TLC.
¡Y
 los medios de comunicación! En Ecuador no hay medios públicos: son 
gubernamentales, privados y comunitarios. Y los gubernamentales se 
sintonizaron con los privados hacia la “indispensable” firma de un TLC.
¿Por qué apenas aparecen críticas en los medios de comunicación de Ecuador? ¿Qué relación tienen sus dueños con el TLC?
Sus
 dueños tienen relaciones comerciales o ideológicas con quienes se 
beneficiarían de los TLC. No son los propietarios de las bananeras los 
dueños de los medios de comunicación, pero sintonizan. En Ecuador se 
está viviendo un retorno a la derecha.
¿Qué
 presiones ha realizado la UE a Ecuador para firmar? ¿Influye la 
necesidad de aumentar las exportaciones en la UE para salir de la 
crisis?
La
 UE señaló desde el principio los puntos básicos para la negociación. 
Cuando se planteó el acuerdo del bloque europeo y el andino, se hablaba 
de cooperación, de integración andina… pero cuando Perú y Colombia se 
retiran de la negociación, la UE olvida la parte de integración andina. 
Era parte sólo de un discurso. La UE quería el TLC y lo está acelerando.
 Necesita acuerdos que le faciliten acceso para sus empresas, 
tecnologías… es una Europa neoliberal, gobernada por la Troika. En 
Europa no es tiempo de concesiones. Quieren obtener la máxima cantidad 
de beneficios para superar la crisis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario