El
terremoto de Pedernales:[1]
BIOPODER Y FRATERNIDAD[2]
Napoleón
Saltos Galarza
Quito,
7 de Mayo de 2016
Ahora
comprendo en total
este silencio mortal
ángel que pasa
besa y te abraza
ángel para un
final.
este silencio mortal
ángel que pasa
besa y te abraza
ángel para un
final.
Silvio Rodríguez,
Ángel para un final
Foucault
en Pedernales: el retorno del control
Dos estrategias. Mientras
la sociedad trabaja desde la política de los cuerpos, con el referente en las
unidades sociales cercanas, familia, barrio, comunidad; el Estado trabaja desde
la política de las poblaciones, con el referente social de estadísticas de
daños y mapas del desastre. Desde el sufrimiento de los damnificados y la
solidaridad de los ciudadanos el objetivo es aliviar el dolor, el hambre, la
sed de los cuerpos. Desde las políticas del Estado el objetivo es restablecer
la normalidad de los servicios y la seguridad de la población. Desde la
sociedad, las miradas van hacia las periferias; desde el Estado hacia los
puntos centrales. Un enfrentamiento-relacionamiento de poder y contrapoder, la
multiplicidad ante el orden.
En el nivel inferior del
orden está el aseguramiento del territorio, el ejercicio de la soberanía del
poder con un control cada vez mayor desde el Estado. En el momento del desastre
se presenta un vacío del Estado, la irrupción de la nuda vida, la vida y la
muerte queda en manos de los individuos, no como sujetos constituidos, sino
como espacios de expresión de las construcciones previas, de núcleos de
familia, de vecinos, de comunidad. Y en la forma extrema, en la soledad de los
atrapados, como estrategias síquicas y personales de supervivencia; o el llanto
desesperado y la impotencia de los familiares desde afuera. Esta vez la
ausencia del Estado está reforzada por el vacío carismático de los que deciden,
el Vicepresidente sin capacidad para condensar el poder estatal se mueve
desorientado esperando la llegada de la voz; el anuncio del Estado de excepción
cae en el vacío.
El destiempo de la vida y
el poder empezó en el vacío de la información desde los grandes medios
oficiales y privados. Entrenados en mirarse en la lucha binaria
gobierno-oposición, no contaban con los mecanismos para mirar hacia abajo,
hacia el otro. Las noticias iniciales vinieron desde afuera, desde el informe
de los organismos de vigilancia de la naturaleza de Estados Unidos; vinieron
desde las redes sociales y el grito de las víctimas. Las redes sociales se
convirtieron en el medio de relacionamiento por encima del control del poder. El
vacío del Estado se mostró en el dimensionamiento del anuncio del día siguiente:
41 muertos y decenas de heridos. Y allí el primer choque, resumido en el grito
del Alcalde de Pedernales, ya no autoridad, sino testigo: “No se trata de la
caída de algunas casas, sino de la destrucción de toda la ciudad.”
Luego regresa el poder
estatal bajo diversas formas. La primera tarea es el restablecimiento de la
soberanía estatal. Progresivamente el orden estatal pasa de la soberanía a la
disciplina y el control.
En la escena hay un
desplazamiento de la labor de la policía y el ejército desde la ayuda al
rescate hacia las tareas estatales “normales” del control policial. En el
terreno el control de la delincuencia y el patrullaje; y ante la afluencia
desde afuera, el disciplinamiento de la solidaridad, para marcar el sello del
Estado; la solidaridad convertida en espectáculo y en propaganda. La sociedad
se vuelca con iniciativas desordenadas, con acciones de voluntariado, apenas
con las manos y el corazón. Iniciativas que no están regidas por la “eficiencia
y la eficacia”, sino por el gesto de entrega, en una mezcla de solidaridad
gratuita y de expiación de culpa, de deshago existencial o religioso. El Estado
empieza a restablecer el orden después de cuarenta y ocho horas, en la
multiplicidad coloca normas homogéneas, salvoconductos, direccionalidades.
La decisión vuelve a los
circuitos del Estado. Las estrategias parten del sobrevuelo y la contabilización
del desastre. Llega el dimensionamiento oficial: el terremoto más fuerte de los
últimos años. La voz oficial anuncia el crecimiento del número de muertos y
heridos: a las 36 horas, 257 muertos y 2016 heridos; a las 40 horas, 312
muertos y 3.200 heridos; a las 50 horas, 413 muertos y los heridos sin
contabilidad; la contabilidad diez días después del terremoto registra 655
muertos, 48 personas desaparecidas, 113 rescatadas de los escombros. Y, sobre
todo, la contabilidad de los costos de la reconstrucción, el anuncio de un
fondo inicial de 300 millones, y luego el Presidente advierte que se requerirá 3
mil millones de dólares para la reconstrucción.
Empieza la reconstrucción
del espacio del poder, con un centro autorizado de anuncios, la visibilidad
panóptica y luego el control poblacional, adentro y afuera del terreno del
desastre. La restauración de un centro ordenador “está ligado a la idea de una
intensidad de circulaciones” (Foucault, 2006): circulación de las
ideas, de las informaciones, de las decisiones, de las órdenes, de la economía,
de las solidaridades. Primero el centro y luego el control.
La
destrucción
Los poblados, las
ciudades turísticas a lo largo de la Ruta del Spondyllus y de la Ruta del Sol
surgieron del sentido de la urgencia y la oportunidad del mercado, sin normas
de construcción. Las antiguas playas de pescadores se convirtieron
desordenadamente en centros turísticos. Se extendieron a lo largo de las
riberas del mar, un desconocido. Las viejas arquitecturas de caña fueron
desechadas, porque parecían endebles; y entró el cemento armado. El Estado se
movió en el borde, el Estado central en la construcción de carreteras y en la
publicidad del turismo como la economía limpia, el Estado local en la provisión
limitada de servicios básicos.
Y sin embargo sabíamos.
Sabíamos que estamos en la frontera de la Placa de Nazca y de la Placa Continental,
y que periódicamente hay deslizamientos, subducciones. Aunque también aquí el saber
y el poder tienen límites. No se puede predecir terremotos, pero se puede
prever tendencias. Sabíamos que se requería un sentido de armonía con la
naturaleza, con el poder de la naturaleza. Sabíamos que teníamos que aplicar
normas antisísmicas. La ruptura entre la armonía tradicional y la irrupción de
la lógica del mercado no fue llenada con una nueva cultura abajo y una
dirección desde el Estado. Un doble vacío: desde abajo el abandono y la
incapacidad de procesar-innovar las tecnologías propias para un diálogo
intercultural con las tecnologías modernas; y desde arriba una política liberal
del interés individual por encima del bien común.
Se destruyeron sobre todo
los edificios “modernos”, las “modernas” carreteras. La muerte y la vida
encuentran fronteras en el sentido del espacio. Ahora aparecen las razones de
la destrucción desde la razón oficial: el incumplimiento de normas, la falta de
expertos. El problema va más allá, el modelo de construcción, que abandona las
sabidurías locales e introduce tecnologías nuevas sin procesarlas; el modelo de
urbanismo orientado al consumo turístico inmediato; el modelo de la acumulación
del capital. Y ahora el riesgo es que el
Estado intente el control absoluto para encontrar la salida en un salto
adelante en la modernización.
El Presidente señaló que
el costo de la afectación del terremoto puede estar en 2 o 3 mil millones de
dólares y que se requeriría varios años para la reconstrucción. Cifras lanzadas
al aire.
De acuerdo a cálculos
basados en las metodologías del BID, el costo llegaría a 600 o 700 millones de
dólares.[3] Esta metodología se centra
en el problema de la infraestructura y en el impacto sobre todo en la obra
pública. Pero es un referente del cual se puede partir, para ubicar también los
“flujos” posteriores al desastre, los impactos en la población y los “costos”
sociales, pérdida de empleo, los problemas sicológicos, costos “simbólicos”. Y,
sobre todo, este análisis debe proyectarse al presupuesto necesario para la
reconstrucción.
El análisis de John Cajas
y Alberto Acosta aborda las pérdidas de stock (infraestructura) y las pérdidas
de flujo (producción que se deja de obtener). Estima que las pérdidas de stock
ascenderían a 1 mil millones y las de flujo, a 2.2 mil millones de dólares en
un año, con un total de 3.2 mil millones de dólares en un año (3.2% del PIB).
Luego hace una proyección a 3 años, con lo cual el costo llegaría a 7.5 mil millones
de dólares. “Aparte de las víctimas, una estimación oficial
preliminar del 23 de abril indicó que existieron 4.430 edificaciones destruidas
y 2.740 edificaciones afectadas.” (Cajas & Acosta, 2016)
En esta valoración hay
que diferenciar lo que le corresponde al Estado-Gobierno y lo que le
corresponde a la población. En términos globales, en referencia al stock el
costo de la reconstrucción de la obra pública puede a llegar a 500 millones de
dólares. En la destrucción de algunos servicios públicos y, sobre todo
carreteras y edificios públicos recientemente construidos, se debería reclamar
los costos a los constructores respecto al cumplimiento de normas antisísmicas.
Y en referencia a flujos, el costo recae sobre todo en la empresa privada y en
la población. El terremoto no afectó mayormente a la industria manufacturera
manabita que aporta el 31,3% del PIB provincial; el problema más bien es de
movilidad de los productos. En la contabilidad hay que tomar en cuenta que
entre el 16 y el 20% de las pérdidas están aseguradas y, por tanto, corresponde
a las aseguradoras afrontarlas.
En la valoración de los
costos del terremoto se produce una inversión: antes del desastre el Gobierno
se empeñó en negar la existencia de una crisis, pues podía crearse la imagen de
un fracaso; ahora extrema el daño, para poder justificar la amplitud de las
medidas.
Con el terremoto se
destruye un modelo de acumulación local basado en el emprendimiento medio a
partir de la acumulación de la renta agrícola y pecuaria. La ofensiva del
capital apuntará a una modernización bajo formas trasnacionales, la entrada de
cadenas hoteleras, turísticas, rentísticas, con los “empresarios” locales como
brókeres o aliados subordinados. Esta disputa no sólo se da en el territorio
afectado por el sismo, sino que ya ha tenido sus primeros capítulos en los
nuevos derroteros del turismo en Galápagos, trazados por la nueva Ley de
Galápagos. La resistencia de los capitales medios locales ha sufrido derrotas y
persecuciones.
La
reconstrucción
Cada ciudad tiene su
forma de espacio-poder-economía. Se derruye, sobre todo en Pedernales, un tipo
de ciudad construida ante la expectativa del turismo. En Manta se destruye el
Barrio Tarqui, un espacio urbano más popular forzado a una modernización
turística acelerada y a la influencia de la Base de Manta con el “american way
of life”. El capital privado medio levanta hoteles, más allá de la norma. El
gobierno local apenas puede atender los servicios. El Estado central está en la
construcción de las carreteras y publicidad. El saber de las universidades y
los investigadores, de los urbanistas, está ausente. El idilio de la economía
limpia del turismo termina en la pesadilla del desastre tectónico. El
documental turístico del Presidente cae en el vacío.
¿Será posible pensar en
una ciudad desde el imaginario de una nueva forma de urbanización, desde la
solidaridad y el compartir? Aplicar las teorías del barroco, en donde se
combinen las formas ecológicas y comunitarias, con las formas más avanzadas y
creativas de las ciencias del espacio, de las tecnologías del diseño y la
construcción. ¿Será posible pensar en una Universidad diferente, con
arquitectos, urbanistas, planificadores políticos que creen, inventen un nuevo
espacio desde la originalidad de nuestro territorio y nuestro tiempo?
O entraremos en el poder
de la serie, la contabilidad de los circuitos de cosas y personas, para imponer
la norma aprendida por el Estado y la academia desde afuera, desde la lógica
“racional” de una modernidad tardía, la lógica del “capitalismo del desastre”.
El gran capital ve en las
crisis una oportunidad de reordenamiento, un nuevo comienzo, para un control
mayor. Friedman, el gurú neoliberal dice: “sólo una crisis —real o percibida—
da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que
se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa
ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas
existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente
imposible se vuelve políticamente inevitable.” (Friedman & Friedman, 1998,
pág. 592)
(Klein, 2008)
El recurso del método se
repite: Pearl Harbor, Las Torres Gemelas, el Huracán Catrina. No se trata de
ver el complot, sino la orientación de los hechos, tener lista la alternativa
en el ambiente, para guiar la salida. “Los creyentes de la doctrina del shock
están convencidos de que solamente una gran ruptura —como una inundación, una
guerra o un ataque terrorista— puede generar el tipo de tapiz en blanco, limpio
y amplio que ansían. En esos períodos maleables, cuando no tenemos un norte
psicológico y estamos físicamente exiliados de nuestros hogares, los artistas
de lo real sumergen sus manos en la materia dócil y dan principio a su labor de
remodelación del mundo.” (Klein, 2008)
Cuando todavía no se ha
secado el llanto y no se han enterrado a los muertos, el gran capital encuentra
su oportunidad; aunque para ello necesita la operación de los brókeres locales.
Las ideas que están en el ambiente hacen posible lo que hasta allí era
imposible.
Después del tiempo corto de la
solidaridad de supervivencia, la disputa se concentra en las orientaciones de
los planes de reconstrucción. El
Presidente Correa anuncia la activación de líneas de contingencia de los
organismos multilaterales por 600 millones de dólares (BID 300 millones, BM 150
millones, CAF 100 millones); a lo que hay sumar los apoyos solidarios directos
que llegarían a 100 millones.
El paquete económico para
enfrentar el terremoto se centra en el alza del IVA del 10 al 12% (se esperaría
que genere 720 millones de dólares), aportes graduales de los sueldos (86
millones), aporte por una vez del 0.9% de quienes tienen un patrimonio superior
al millón de dólares (70 millones); aporte extra de las utilidades (160
millones).
Para el gobierno es la
oportunidad para vincular la reconstrucción al plan ante la crisis de liquidez
fiscal y posponerla después del período electoral. “El 18 de abril del 2016, a
través del Ministerio de Finanzas y Petroecuador, suscribió una nueva línea de
crédito por USD 2000 millones, con el Banco de Desarrollo de China (CDB) y un
contrato de provisión de petróleo con Petrochina, (… que asciende a) 181 millones de barriles de petróleo, por un
período de 8 años, hasta el 2016. El crédito está dividido en dos partes: el
primero de libre disponibilidad (es decir
destinado a gasto corriente) por USD 1500 millones, a un plazo de 8 años,
con un interés del 7,25% y el segundo desembolso por USD 500 millones a plazo
similar, con un interés del 6,8%, atado a la ejecución de proyectos de
inversión.” (Villavicencio, 2016) Con ello la deuda
con China sube a 8.395 millones de dólares, que representa el 8% del PIB. Está
pendiente la subscripción de un crédito de de 970 millones de dólares con el
ICDB de China, que también vendría en dos tramos, 820 millones de libre
disponibilidad (para gasto corriente) y más tarde 150 millones.
La clave del nuevo endeudamiento
está en que “la entrega de los cargamentos de crudo a Petrochina se iniciará el
año 2018, los años 2016 y 2017, el país no cuenta con saldo exportable, pues
tiene destinado el remanente de petróleo, para cubrir otras líneas de crédito y
preventas con el CDB, Petrochina, Unipec, PetroThailandia.” (Villavicencio,
2016)
Este nuevo endeudamiento llega hasta el 2026, les toca pagar a los dos próximos
gobiernos.
“A este nuevo crédito se sumará
un desembolso de USD 1500 millones, acordado con la multinacional Halliburton,
como parte del contrato del bloque petrolero 60 (Campo Sacha), el cual será
suscrito por la empresa pública Petroamazonas.” (Villavicencio, 2016)
Los voceros de la derecha
critican la gradualidad de las medidas, exigen acciones radicales. Guillermo
Lasso señala: “Hay que ser mucho más específico en la promesa de venta de activos del
Estado, definiendo qué, cuáles, cuánto y cómo”. No pierde la oportunidad de
vincular las donaciones empresariales a la condonación del impuesto a la renta.
La lista de privatizaciones no se
detiene allí. Con el argumento de que se requiere fondos para la
reconstrucción, en la sabatina del 26 de abril Rafael Correa contestó a la
pregunta de Guillermo Lasso; anunció que “el Banco del Pacífico está siendo
valorado y se pondrá a la venta próximamente. En otros casos,
como Flopec, CNT son empresas de sectores estratégicos "de miles de
millones de dólares", que no se pueden vender, pero se pueden abrir al
capital privado hasta en un 49%, para hacer una alianza público privada. En el
caso de Tame no precisó si habrá venta o apertura al capital privado, pero
mencionó que, al no pertenecer a un sector estratégico, podría venderse.
Además, anunció que se venderá Sopladora, una hidroeléctrica que según Correa
está prácticamente lista y es la tercera más grande después de Coca Codo
Sinclair y Paute-Molino. Esta tiene una inversión de alrededor de USD 900
millones, entre la infraestructura y la carretera. Correa afirmó que no es
verdad que los medios incautados no estén a la venta. (…) Gama tiene un valor de patrimonio de USD 25
millones y TC de 50 millones, pero es necesario verificar el valor de mercado.”
(Carvajal, 2016)
La prospectiva depende
del modelo. De acuerdo a las experiencias internacionales, los desastres son
una oportunidad para la entrada virulenta del capital financiero-rentista,
formas agresivas de acumulación por desposesión. (Klein, 2008)
Y desde allí hay una visión y, por tanto un costo de la reconstrucción. El
espacio es construido social y políticamente. La zona afectada en la división
geográfica del trabajo es vista como un territorio orientado sobre todo al
turismo, la pesca y la agricultura.
El acuerdo arriba
funciona. La pregunta regresa abajo. Otra vez, el reto de descubrir, recrear
desde las semillas originarias, la posibilidad de ciudades para la vida.
También de nuestro lado, hay que ver la crisis como una oportunidad, no de
empezar de nuevo, la tabla rasa que requiere el poder, sino de construir sobre
las semillas de las experiencias de solidaridad. La gente busca recuperar algo
de sus casas para reconstruir, cuida el pequeño espacio para sembrar nueva
vida.
El
desprecio a la lata de atún
En
tiempos de crisis se agolpan y superponen todas las estrategias de poder, en su
forma extrema, porque está a flor de piel la cuestión de la vida y la muerte.
El Estado muestra su carácter supraestructural al actuar tardíamente ante la
urgencia y luego buscar el control totalitario, el ejercicio de la soberanía,
el control territorial. Todavía por un tiempo tiene dificultades para
establecer el control de las multitudes, pero actúa lentamente desde el
accionar sobre las cosas. Al comienzo aparece el intento burdo de apropiarse de
la solidaridad con pegatinas y stikers, el movimiento de la propaganda. Pero
paulatinamente logra el control por el anuncio de la llegada de recursos,
donaciones y el poder sobre su distribución, diversas formas de control
autoritario.
El
mensaje del Presidente desprecia la solidaridad. Desprecia lo que ha causado la
admiración internacional; la solidaridad de diez y seis millones de
ecuatorianos. “Las carreteras no se van a arreglar con
donaciones de latas de atún, suministros y ropa. Son necesarias, bienvenidas,
pero con eso no vamos a superar (la catástrofe). Esto lo vamos a superar con
acción colectiva organizada, institucionalizada... Esto recién empieza, va a
tomar meses, años, va a costar miles de millones de dólares”, dijo el
mandatario en el enlace ciudadano 472, del 23 de abril.
Con
ello confirmó lo que expresó doctrinariamente en su visita a Roma, la víspera
del terremoto. Llamó a “tener mucho cuidado” con la
definición de la sociedad civil porque podría ser ‘peligrosa’ en democracia.
“Aquí se ha hablado de la importancia de la sociedad civil en la sociedad, yo
les digo: hay que tener mucho cuidado con aquello”. Expresó su preocupación por
la pretensión de algunos de que exista “política sin políticos. (…) no hay nada
más peligroso para la democracia que actores políticos sin responsabilidad
política”.
Dos
lógicas: la solidaridad, que tiene como condición la gratuidad, al margen del
espectáculo, la recuperación por un momento de la fraternidad universal, todos
somos hermanos cuando compartimos el riesgo de la vida y la muerte. Y el
control desde el poder, el encausamiento del deseo para restablecer el orden
estatal; la primera condición es alejar la mirada social de la inminencia de la
vida y la muerte y restablecer el orden del biopoder.
“La
tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de excepción” en que ahora
vivimos es en verdad la regla. El concepto de historia al que lleguemos debe
resultar coherente con ello. Promover el verdadero estado de excepción se nos
presentará entonces como tarea nuestra, lo que mejorará nuestra posición en la
lucha contra el fascismo. La oportunidad que éste tiene está, en parte no
insignificante, en que sus adversarios lo enfrentan en nombre del progreso como
norma histórica.” (Benjamin, Tesis VIII)
La
posibilidad de la alternativa es ver la naturaleza del poder que se expresa en
estos momentos límites. Se repite ritualmente en la conducta del gobernante: el
informe de que todo está en orden, la respuesta autoritaria al grito del
damnificado, el desprecio de la microsolidaridad sin permiso, de la formación
de redes de contrapoder. Pero no se trata de un hecho coyuntural o un
exabrupto, sino de la naturaleza del funcionamiento del Estado, con un doble
rostro: la capacidad desde arriba de imponer un “estado de excepción” que
libere la decisión del poder, y de administrar el “estado de derecho”, para
normar a la sociedad. El “estado de excepción es la regla”, allí está la
disputa: “promover el verdadero estado de excepción”.
Se
ha abierto una puerta temporal: la fraternidad universal, la solidaridad desde
abajo y sin exclusiones. La solidaridad de sentirse partícipes del sufrimiento.
Una solidaridad todavía cargada de un sentimiento religioso. Un pequeño momento
en que la fuerza de ley “vacía de norma actúa como pura
inclusión de la vida”(Agamben, Estado de Excepción, 2004, p. 135).
Aunque
en la propia solidaridad hay distinciones: la solidaridad callada, sin flashes,
sin redes sociales, la conexión directa entre las comunidades, familias,
organizaciones; una solidaridad gratuita. La solidaridad anunciada, orientada a
mostrar la presencia, una solidaridad conectada con la salvación propia aquí en
la tierra como en el cielo. La ética utilitarista es el nodo que inicia el
control.
Todavía
vamos a vivir por largo tiempo con el Estado. No se trata simplemente de
negarlo en un anarquismo voluntarista, sino de crear las condiciones históricas
para su desaparición. El nudo está en la construcción de formas de poder
paralelo desde abajo, en una doble dirección: formas de organización y poder
con auto-representación, autogobierno y autonomía del conjunto del dominio del
capital y del Estado. Por tanto, no se trata de la reducción a la oposición al
gobierno de turno, sino de la construcción de nuevos sentidos de vida
postcapitalistas y postpatriarcales. Una lucha desde el “poder mesiánico”
conferido a cada generación.
Y
un reordenamiento de las relaciones entre la sociedad y el Estado. La dirección
es la supresión de la distancia y la distinción entre Estado y sociedad civil,
para devolverle a la sociedad las funciones que han sido absorbidas por el
Estado mediante la constitución de sucesivas capas de burocracias-tecnocracias,
normas, reglas, formularios, planes, registros, estadísticas, controles.
En
este camino es sorprendente que pueda aparecer una coincidencia discursiva
inicial entre las tesis neoliberales y las tesis revolucionarias en la crítica
al Estado: “asistimos (…) al resurgimiento de discursos que
reniegan del Estado –ese ogro ausente o excesivamente presente- y rescatan e
idealizan viejas categorías, por ejemplo, la sociedad civil. (…) Pero el
Estado, ¡cómo lo sabe la historia!, siempre encarna al cuco: para neoliberales
y ultras de izquierda. Los unos creen que lo privado es todo y allí ensacan a
la sociedad civil; y los otros aseguran que desde abajo viene la
salvación social, y hoy desde abajo es decir sociedad civil.” (Murillo, 2016)
Hay oposiciones simplistas, sin alternativas;
oposiciones al régimen, no al capital. Críticas a la subida al IVA, al día de
sueldo. El problema no está allí. Está en el-la orden del Estado y el capital.
Policy: la gramática del
poder.
Ante el intento de una pregunta de un rescatista,
Rafael Correa, primero averigua si es de algún medio, y luego le niega la
posibilidad de la palabra con el argumento “Yo soy el Presidente”.
La “policy” empieza distribuyendo o excluyendo la
palabra, designando a quien puede hablar. “La policy es primeramente un orden
de los cuerpos que define las divisiones entre los modos del hacer, los modos
del ser y los modos del decir, que hace que tales cuerpos sean asignados por su
nombre a tal lugar y a tal tarea; es un orden de lo visible y lo decible que
hace que tal actividad sea visible y tal otra no lo sea, que tal palabra sea
entendida como perteneciente al discurso y tal otra al ruido.” (Ranciére, 1996,
pág. 44)
La metafísica de la gramática: El sujeto es YO. Se da
por sentado la evidencia, no necesita ser demostrada. El núcleo del predicado
es SER: una esencia óntica, que se transforma en los labios del poder en verdad
ontológica. El complemento es PRESIDENTE, la fuerza del poder lo constituye. Allí
está la fuerza del poder, no puede ser cuestionado, es suficiente enunciarlo. Desde
allí no hay tiempo para responder a la pregunta banal de un ciudadano.
Nietzche decía: “¿Es que no está permitido ser ya un
poco irónico contra el sujeto, así como contra el predicado y el complemento?
¿No le sería lícito al filósofo elevarse por encima de la gramática?” (Nietzche, 1983,
pág. 60)
El discurso del poder: la terapia del shock y la
estrategia del orden. Aunque el sujeto es “nadie”, pero es un sujeto
dependiente del “me”. El único sujeto es él, pues sólo él decide, “lo mando
detenido”. Y luego la tercera persona: “hay que mantener un gran liderazgo, (…)
mantener mucho el orden. (…) Hay que ser realistas, eficientes, eficaces en
esta crisis.” Nada de solidaridad, comunidad, apoyo. Dos gramáticas
diferenciadas.
"Aquí nadie me pierde la calma,
nadie grita o lo mando detenido. Sea joven viejo, hombre o mujer.
Nadie me empieza a llorar o a quejarse", grita Rafael Correa ante el
reclamo de la gente. Y ante las críticas, en la sabatina, aclaró: "Hay que
mantener un gran liderazgo, (…) en zonas de desastre, cuando la gente está en
shock, nerviosa, se necesita poner mucha calma, guardar mucho la cabeza
fría, mantener mucho el orden o las consecuencias pueden ser
terribles". Reiteró que tiene conocimientos en manejo de situaciones de en
zonas de desastre, incluso con cursos internacionales. Habló de ser " realistas,
eficientes, eficaces en esta crisis".
Esa gramática se repite por los otros, en el
comentario infinito, en los no me gusta del facebook. Eso es lo que busca, la
ubicuidad. Quizás sólo el silencio es la alternativa, “ser un poco irónicos con
el sujeto y también con el predicado y el complemento.”
Dos gramáticas: del poder
y de la vida. La policy para
controlar la inminencia de la política. “La política es la práctica que rompe
ese orden de la policy que anticipa las relaciones de poder en la evidencia
misma de los datos sensibles. (…) Comienza cuando seres destinados a habitar en
el espacio invisible del trabajo, que no deja tiempo para hacer otra cosa, se
toman el tiempo que no tienen para declararse copartícipes de un mundo común,
para hacer ver en él lo que no se veía, u oír como palabra que discute acerca
de lo común aquello que solo era oído como ruido de los cuerpos” (Ranciére, 1996, pág. 62)
Allí empieza la política,
en el desacuerdo. Los interlocutores del desacuerdo hablan
desde racionalidades distintas, comparten y no comparten un mismo logos. El
desacuerdo no es solo sobre qué significa hablar sino también sobre quiénes pueden
y tienen derecho a hablar.
La disputa de sentido se
concentra en lo inmediato en dos temas: fuentes de financiamiento y plan de
reconstrucción. La hegemonía se presenta como la oportunidad de la concreción
de los imaginarios en disputa.
El poder dominante va a
buscar instrumentalizar el desastre como la oportunidad para ejecutar sus
planes. La solidaridad oficial se funcionaliza al plan general. La orientación
de las medidas adoptadas por el régimen no tienen como objetivo la solución de
los problemas de la zona del desastre, sino la introducción de medidas
planteadas con anterioridad para solucionar el tema que le interesa: la escasez
fiscal, sobre todo en tiempos electorales. El incremento del IVA ya estuvo
planteado con anterioridad, pero el régimen no encontraba la forma de
introducirlo sin resistencia; ahora la solidaridad es el argumento.
Algunas
perspectivas alternativas
Un cambio profundo tiene
como fundamento un cambio cultural. La solidaridad mostrada en el desastre
puede ser la palanca para el impulso de un imaginario que tenga como actor
principal del cambio a la sociedad, a la comunidad, para enfrentar el
fetichismo del Estado y del capital. La primera línea de trabajo es construir
el imaginario de que hay otras posibilidades de salidas, más allá del consenso
de los de arriba. Que es posible recuperar la sabiduría popular en la
construcción de un espacio solidario y ecológico. La solidaridad inmediata, de
supervivencia, puede ser el mecanismo para restablecer nexos orgánicos de los
actores solidarios y de los damnificados, para procesos posteriores.
La disputa es sobre la
visión general. El reto es presentar un Plan de reconstrucción, basado en la
comunidad y en la solidaridad, pero enmarcado en un Plan anticrisis con
proyección estratégica. Allí se puede acordar una alianza entre los actores
sociales y las universidades. Es la oportunidad para presentar y fundamentar
modelos alternativos de urbanismo, turismo, política agraria, relación con la
naturaleza, educación, salud. Y luego, a partir de esta propuesta, centrar los
esfuerzos en la construcción de un plan piloto en sitios concretos, donde sea
posible una alianza orgánica de movimientos y actores sociales.
Una segunda línea de
trabajo es la lucha por la transparencia. El gobierno utiliza el shock del
desastre para imponer un paquete económico ante la crisis de liquidez fiscal.
La preocupación oficial no es la reconstrucción, sino afrontar el problema
estatal. Habrá que mantener una línea de contraloría social sin permiso. Es
posible tomar iniciativas para vigilar la entrega de contratos, para informar
sobre costos reales de las obras de reconstrucción in situ, para evitar el
aprovechamiento de grupos locales y transnacionales de poder.
En la vinculación oficial
con el paquete anticrisis, corresponde levantar la resistencia ante las
políticas privatizadoras, de endeudamiento externo, de eliminación de subsidios
y de elevación de impuestos que afectan a la población. Las antiguas banderas
de lucha contra la privatización del patrimonio nacional y por el no pago de la
deuda externa regresan al centro. La consigna es que el costo lo paguen los
beneficiarios de los diez años de bonanza; y orientar el proceso de
reconstrucción hacia la reactivación de la producción.
Diferentes sectores y
personas han presentado algunas medidas alternativas: moratoria de la deuda
externa por un año y renegociación bajo principios de solidaridad internacional;
incremento de impuestos directos, al patrimonio en forma proporcional y a las
ganancias de las empresas monopólicas. Las telefónicas, la banca, las empresas
constructoras, importadoras, han sido las principales beneficiarias, ahora deben
aportar parte de su ganancia; La propuesta de Pablo Dávalos sobre el tope de
salarios a USD 3 mil dólares ante el crecimiento desproporcionado de la alta
burocracia que ha generado una red de beneficiarios y de despilfarro, permitiría
un ahorro de 600 millones de dólares anuales; renacionalización de las empresas
estratégicas, para iniciar un proceso de acumulación interna
La
solidaridad
La salida no está
únicamente en una disputa de orientaciones económicas. Ante la nuda vida
regresa la cultura profunda, el sentido de comunidad y de fraternidad. A nivel
internacional se destacó la ejemplar solidaridad del pueblo ecuatoriano. Se
trata del primer terremoto trasmito virtualmente.
La pregunta es ¿de dónde
brotó esta fuerza colectiva? Podemos evocar el enunciado de José Carlos
Mariátegui sobre la originalidad del socialismo latinoamericano, “ni calco ni
copia, sino creación heroica” a partir de un comunismo andino, instintivo,
consuetudinario. (Mariátegui, 1928)
Pero más allá en este
sentido de la fraternidad y la comunidad está la fuente de otra modernidad,
barroca, alternativa a la modernidad occidental capitalista. Hay un largo
camino recorrido, un camino civilizatorio.
La modernidad produce una
identidad individual centrada en el yo. El punto de partida es el “Yo pienso,
luego existo” de Descartes. Como señala Heidegger, coloca en el centro el “Yo pienso”
y se olvida del “soy”: “la certeza epistémica del cogito como primer principio lo
exime a Descartes preguntarse por el ser.” Heidegger averigua por el “soy” como
ser en el tiempo, como Dassein, “reemplazando la actitud teórica por una
relación de preocupación, asumiéndose como incertidumbre radical, considerando
su existencia como posibilidad, como ser-en-el-mundo.” Pero con ello todavía
queda atrapado en los restos de la noción del sujeto. (Biset, 2015)
Una y otra vez regresa la
pregunta hasta la angustia de un “yo”, ya no como centro, sino como resto de
una fuerza inconsciente profunda, asediado por el “super-yo”. Y con ello el
pesimismo del “malestar de la cultura” porque el principio de muerte como
pulsiones del yo se sobrepone a las pulsiones de la vida, del eros. “El Super-Yo domina entonces como una
cultura bajo el instinto de muerte. Podemos representarnos que el Ello se encuentra bajo el dominio del
instinto de muerte, mudo, pero poderoso, y que quiere acallar la paz acallando,
conforme a las indicaciones del principio de placer, al Eros perturbador.” (Freud, 1968)
Sólo hay momentos en que
se puede escapar a este malestar, momentos en que el Eros salta a borbotones,
traspasando las distancias de los “Yoes”, los “Super-yoes”, los “Ellos” y fundirse
en ser-con-los otros, en la comunidad, en la fraternidad universal, encarnada
en la pareja de amantes o en múltiples formas de “muerte” del sujeto en el
compartir. Esa transgresión encontró un envite en la “nuda vida” del tiempo
evanescente del desastre y la solidaridad desesperada por la vida.
Es un momento gratuito y
originario también respecto a la política. No se trata de una “disidencia” (Foucault, 2006, págs. 236-237), sino del momento
fundante de la presencia de la comunidad. En un segundo momento, reflexivo,
puede dar paso a una forma de disidencia, como militancia en el acontecimiento.
Quizás
es lo que anuncia
Levinas: “El Desear produce una inversión. En el Desear el ser del Yo
(Moi) puede sacrificar a su Desear su felicidad misma. Se encuentra
así sobre la situación, en la punta en el apogeo del ser por el gozar
(felicidad) y por el deseado (verdad y justicia). Está más allá y sobre
el ser.
(…) El Deseo ‘metafísico’ tiende (…) hacia lo absolutamente otro, (…) no
aspira
a ningún retorno. (…) Desear que no puede ser satisfecho. (…) Es como la
bondad
– el Deseado no lo llena, sino que lo profundiza (…) Desear sin
satisfacción
que, precisamente, acepta el alejamiento, la alteridad del Otro.” (Levinas, 1977, págs. 3-4, 34)
La seducción de la
solidaridad está en la gratuidad, no esperar el retorno, la satisfacción. Ni
siquiera es el goce, es la forma extrema del común en que la alteridad del Otro
y la identidad del Yo están más allá del ser. Quizás apenas un momento, un
tiempo constituyente pleno, en que hay la muerte del ser propio en la esperanza
de la vida del otro, en las manos sangrantes por retirar las piedras, levantar las
lozas del desastre, sin heroísmo, sin sacrificios, pues no hay renuncias. Y
esperar hasta el último momento el rescate desde adentro y desde afuera. “Esta
simultaneidad de la necesidad y del desear, de la concupiscencia y de la
trascendencia (…) constituye la originalidad de la erótica, es lo equívoco por excelencia.” (Levinas, 1977, pág. 283)
No sólo el eros
compartido de la pareja, sino un tiempo intenso de la “vida desnuda” en común,
de cara a la violencia y la ternura de la muerte. Paradojalmente es en ese
momento de dolor cuando es posible salir del yo, no para entregarse al otro,
sino para desear un campo diferente, ser-con-nosotros. “Es el dolor el comienzo
de la creación, de lo nuevo, y “sin esta locura en los confines de la razón, el
uno se reconstituiría y, en el corazón de su pasión, recomenzaría la esencia.
¡Ambigua adversidad del dolor!” (Levinas,
1987, pág. 64)
Todavía no hay el tiempo,
la distancia entre el ser-social y el ser-natural, sino la proximidad tanto del
otro como de la naturaleza. “El rostro del próximo (que lo encuentro en la
proximidad) me significa una re-sponsabilidad irrecusable, precediendo todo
consentimiento libre, todo pacto, todo contrato. Él escapa a toda representación;
él es defección misma de toda fenomenalidad (…) El desvelamiento del rostro es
desnudez – sin forma – abandono de sí, envejecimiento, morir; más desnudo que
la desnudez; piel desgarrada: huellas del sí-mismo.” (Levinas, 1987, pág. 112)
En nuestra América
todavía hay una tiempo primitivo, la comunidad no sólo como estar-con el-otro (Nancy, 2000,
pág. 8),
sino como ser-con-el otro. Aunque en la forma originaria de la comunidad ni
siquiera hay espacio para el otro, para la alteridad, sino que todavía persiste
el ser-con nosotros. Puede haber un estado ‘metafísico’, en el sentido de
Levinas, como excepción, invadida inmediatamente por el poder constituido.
En términos políticos es
la angustia de la temporalidad de la transformación. La Comuna de París duró
tres meses con su exacerbación de la vida en común, con el paso del poder a las
comunas y la disolución del Estado; los de abajo, los “cualquiera”, pudieron
por un momento asaltar el cielo con sus manos: el milagro de los mudos que
hablan y que obligan a que los sordos
oigan. Hasta que caen abatidos por la alianza de los poderes. Y otra vez el
milagro del común en la experiencia de los soviets, un tiempo breve que es devorado
por el poder real, el dominio del poder del Estado.
Quizás ese es el nuevo
malestar: la temporalidad del Eros, la brevedad del común, la seducción de la
solidaridad gratuita en el momento extremo de la vida y la muerte, que cae
devorada por el poder ordenador del Estado. Y sólo nos queda en la boca un
sabor como el que recordamos en la cocina de la madre. No tanto una memoria
para añorar la vuelta atrás, al seno materno, sino la anamnesis para destapar
el “poder mesiánico” de que estamos imbuidos en el “presente-ahora” (Benjamin,
1942).
La señal, en medio de la incertidumbre, de que todavía es posible un mundo
diferente, más allá del capital, más allá del Estado, más allá del dominio
patriarcal.
Hay un salto a la ética:
“Esta re-sponsabilidad que obliga, éticamente por el Otro como víctima, como en
el mesianismo de Benjamin. (…) La razón ética nace de la re-sponsabilidad por
el otro” (Dussel, 1998, pág. 367), no como mandato
externo, sino como constitución ontológica: “Obediencia anterior a escuchar el
mandato. (…) Se puede llamar profetismo este retornar en el que la percepción
del mandato coincide con la significación del propio mandato realizado por el
que lo ha obedecido.” (Levinas,
1987, págs. 190-192) Un paso más allá del “desacuerdo” de
los “cualquiera” (Ranciére,
1996),
que aún parte de la referencia al otro excluyente.
La política moderna como
ciencia de una nueva práctica se constituyó, con Maquiavelo, en la
autonomización de la teología y de la ética. En los momentos de retorno a la
comunidad, al común, hay un reencuentro de la política con la ética. La
incertidumbre prolongada desde el desastre inicial hasta la amenaza de las
réplicas coloca a la víctima ante la necesidad de la mirada del otro, ya no
como distante, sino como proximidad compartida, y con ello como
corresponsabilidad de vivir aún. La solidaridad gratuita no es un movimiento de
exterioridad, sino de construcción de un nuevo espacio “interno-incluyente”
compartido.
En el “rostro” del otro
antes del conocimiento o de la decisión, se establece un lazo de
re-sponsabilidad gratuita en la que se presenta el “tercero” como humanidad,
como fraternidad universal. “El tercero me mira en los ojos del otro: el
lenguaje es justicia. […]. El rostro en su desnudez me presenta la indigencia
del pobre y del extranjero. […]. La presencia del rostro […] es indigencia,
presencia del tercero (es decir, de toda la humanidad que nos mira)”. (Levinas, 1999, pág. 226) La presencia del
tercero, de la humanidad, rebasa la relación dialógica, ya no el “yo” frente al
otro, sino el ser-con-los-otros, compartir la vulnerabilidad, la “indigencia”
como re-sponsabilidad, como “hospedaje”.
La política es la
militancia de una comunidad en el acontecimiento (Badiou, 1990). Lo que modificó el
hecho y lo transformó en acontecimiento no es el dolor, la angustia, la
incertidumbre, que son comunes a todos los desastres, lo que rompió la serie es
la reconstitución por un momento de la comunidad, como señal de la fraternidad
universal, el retorno del tercero excluido después de dos siglos de la
proclama. La libertad y la igualdad habían encontrado sus cultores, ahora el
poder transformador brotó de la fraternidad.
Pero es un poder débil,
casi una señal. La seducción empieza porque no puede ser numerada. Cuando el
Estado busca institucionalizarla termina por agostarla. Y el esfuerzo desde
abajo es prolongarla, evitar que devenga en caridad o en limosna, que sea
instrumentalizada por el poder como propaganda y marketing. Quizás el débil
contacto para restablecer el tejido social de organizaciones que intentan
moverse más allá de la contabilidad.
Por hoy, muchos adioses;
aunque en medio de los retazos queda la esperanza de un nuevo amanecer. El
primer paso es poder decir adiós en paz, como responsabilidad gratuita y
compartida del dolor del otro como dolor común. Y enfrentar el esplendor de los
flashes, de la publicidad, de la propaganda, de la paga, como el riesgo de
anulación y control del poder del desear compartido, de la presencia
evanescente, temporal, abarcadora del común.
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Recuperado el 2 de Mayo de 2016, de http://linkis.com/focusecuador.net/201/i0zKP
[1] El 16 de abril a las 18:58 hora
local, se produjo un terremoto de 7.8 en la Escala de Richter; el epicentro se
ubicó en las costas entre Pedernales y Cojimíes, a una profundidad de 19,2 Kms,
y afectó sobre todo a las Provincias de Manabí y Esmeraldas.
[2] Artículo para Revista Analytica
del Sur. Psicoanálisis y Crítica