Interconexión
sin integración: 15 años de IIRSA
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Las obras de la IIRSA generan
resistencias ambientales y sociales, como lo manifiestan los conflictos en
torno a las represas de Jirau y Santo Antônio en el río Madera en Brasil, las
represas sobre el río Inambari en Perú y la construcción de la carretera que
atraviesa el TIPNIS en Bolivia[11]. Además muestran una nueva geografía de las
luchas sociales que tienen como escenarios los corredores de la IIRSA, que
desbordan los marcos del Estado-nación para situarse allí donde los flujos del capital afectan pueblos y medio ambiente.
Un relevamiento del Laboratorio de
Estudio de Movimiento Sociales y Territorialidades de la Universidad Federal
Fluminense, muestra que en los ejes de la IIRSA existen 1.347 poblaciones
territorializadas: 664 comunidades indígenas, 247 comunidades campesinas, 146
de afrodescendientes, 139 comunidades de poblaciones tradicionales (pescadores,
mariscadores, junqueros), 60 organizaciones sociales (sin techo, desempleados)
y 59 organizaciones ambientales[12].
Para esas comunidades la
IIRSA es una iniciativa neocolonial, una imposición vertical que nada tiene que
ver con sus intereses y que supone una agresión para ellas. Este nuevo
colonialismo afecta tanto a comunidades que viven en Brasil como a las que
están en otros países de la región y benefician a un bloque de poder financiero
e industrial en el cual el empresariado brasileño/paulista ocupa un lugar
central.
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