EL “ETNICISMO RADICAL”
Por Jaime Muñoz
Mantilla
La calificación a las
luchas indígenas contra el extractivismo, contra la desterritorialización a los
pueblos originarios de la Amazonía, a la protesta por la vulneración a la
Naturaleza, como “etnicismo radical”, (Frente al etnicismo radical. Jorge Núñez
Sánchez. El Telégrafo. 28.8.2015) es una prueba palpable de la vigencia de la
colonialidad aún prevaleciente.
“Pachamamismo” –término utilizado en el artículo- es otro calificativo a
la resistencia contra el despojo, contra la entrega de miles de hectáreas a las
corporaciones transnacionales para que saqueen el subsuelo de la Patria. Se
continúa manejando el discurso oficial de las “minorías que quieren imponer su
voluntad a las mayorías”. Lo que distorsiona la realidad, desconociendo la
participación de amplios sectores urbanos. Discurso que tergiversa la demanda y la moteja
de imposición. A fin de estigmatizar la
justeza de esa resistencia, se afirma que los indios echan mano de la
violencia, y exhiben a los policías heridos en las confrontaciones. Como si no fuera secreto a voces que la
violencia arranca cuando provocadores embozados agreden a los policías y éstos
responden con violencia, rayana en la brutalidad, a los manifestantes, mientras
los encapuchados se esfuman.
En las exhibiciones
eurocentristas, acusan a los indios de pretender “desarmar el Estado nacional”,
por su exigencia de que se reconozcan los enunciados constitucionales,
referidos a la interculculturalidad y plurinacionalidad. (Art. 1 de la
Constitución de 2008). Como si no fuese perfectamente factible la convivencia
de diversas culturas en un Estado, respetando su historia, sus tradiciones,
desde la evidencia de que, además, tras 500 años de opresión colonial,
genocidio y esclavitud, es justo el reconocimiento a sus valores, a sus
territorios ancestrales, sus costumbres, su religiosidad o irreligiosidad.
Pero, para la mentalidad colonizada, de corte eurocentrista, la
plurinacionalidad parecería ser una entelequia, cuyo enunciado, en la parte
dogmática de la Constitución, está bien para parecer progresistas, pero
ignorarlo en su practicidad histórica.
Por eso es que la nueva
concepción de la educación, desde el gobierno correísta, enfatiza en la
tecnología y relega, si no desprecia, a las disciplinas sociales, a la
Historia, a la Sociología, al estudio de las raíces, de las luchas de los
pueblos del Abya Yala contra los colonizadores, usurpadores de sus heredad. Y, por supuesto, a la política. (Aquel
discurso que exige a las organizaciones sociales no “inmiscuirse en temas
políticos, que son propios de los partidos”, lo corrobora).
Y claro, ante la
presencia pública de nuevos líderes, hay que estigmatizarlos, afirmando que
Pérez Guartambel es mestizo, como si se tratase de contar con certificados de
ADN para justificar su presencia y liderazgo en las luchas legítimas de los
desheredados.
Bueno sería que los
ideólogos del correísmo reparen en la reflexión de Quijano:
“La globalización en curso es, en primer término, la culminación de un proceso que comenzó con la constitución de América y la del capitalismo colonial/moderno y eurocentrado como un nuevo patrón de poder mundial. Uno de los ejes fundamentales de ese patrón de poder es la clasificación social de la población mundial sobre la idea de raza, una construcción mental que expresa la experiencia básica de la dominación colonial y que desde entonces permea las dimensiones más importantes del poder mundial,” (El subrayado es nuestro).
“La globalización en curso es, en primer término, la culminación de un proceso que comenzó con la constitución de América y la del capitalismo colonial/moderno y eurocentrado como un nuevo patrón de poder mundial. Uno de los ejes fundamentales de ese patrón de poder es la clasificación social de la población mundial sobre la idea de raza, una construcción mental que expresa la experiencia básica de la dominación colonial y que desde entonces permea las dimensiones más importantes del poder mundial,” (El subrayado es nuestro).
Y por eso es que el gobierno “progresista” de Alianza País,
empeñado en la modernización (¿) del capitalismo, firma el TLC con la UE, a
sabiendas de su naturaleza neocolonial. Y lo hace, luego de que su líder,
reiterara en repetidas ocasiones, que no lo haría porque se trata de un tratado
asimétrico, que vulnera la soberanía alimentaria y nacional del país
tercermundista que claudica.
Entonces, toda resistencia al extractivismo depredador y
explotador tiene que ser combatida desde el poder. Para ello cuenta con sus fuerzas represivas a
las que alimenta y mima, con un Código penal ad hoc que penaliza la lucha
social, con conceptos propios del imperio: “terrorismo”, “sabotaje”,
“subversión”. Por eso es, finalmente,
que se invoca, veladamente, el incremento de la represión. “Esto hay que terminar”, dice el artículo de
marras, refiriéndose a las manifestaciones últimas de rechazo a las políticas
gubernamentales, y que, guardando las distancias, nos recuerda aquella “solución final” para el “problema
judío” que invocó el nazismo para su exterminio. Y, mientras se aplican esas
políticas represivas de corte fascistoide, se sigue cantando al Che y el Venceremos
de la Unidad Popular del Chile heroico, al tiempo que, con un tufo racista, se
califica, desde el discurso del líder, de “indios fracasados” a quienes se
rebelan contra el poder y contra el status quo.
Quito, 30 de agosto de 2015
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