El Diario Montanés
Alberto Acosta (Ecuador) ha estado en los movimientos sociales y ha
estado dentro del poder. Ministro de Energía y Minas y presidente de la
Asamblea Nacional Constituyente, formó parte del Movimiento PAÍS que
llevó a Rafael Correa al poder hasta que en 2008 renunció para defender
el espíritu de la Constituyente de Montecristi y posicionarse
frontalmente al gobierno. Politólogo, economista e investigador de la
Flacso ha estado en Santander para participar en el ciclo sobre los
procesos constituyentes organizados por la Asamblea LIBRES. En las
palabras de este intelectual de izquierdas, muy vinculado a los
movimientos sociales y candidato a la presidencia se repiten algunas
ideas: repensar, cuestionamiento, el poder corrupto y corruptor, el
fortalecimiento de la sociedad civil ...
Usted fue miembro fundador en Ecuador del Movimiento
Alianza PAIS y pasó por un ministerio y la Asamblea Constituyente. Lo
dejó. ¿Después de esa experiencia, aún cree que se pueden cambiar las
cosas desde dentro?
Definitivamente sí, siempre que el objetivo no sea permanecer
adentro. Me explico. No se trata solo de ganar elecciones para acceder
al gobierno y luego conservarlo a como dé lugar. La tarea es introducir
cambios desde la institucionalidad, pero entendiendo que el Estado, al
menos el actual, en sí es una estructura del poder de dominación y, por
tanto, siempre tendremos que cuestionarlo desde adentro y desde afuera
¿Se puede compatibilizar la intelectualidad de izquierdas, la teoría política y económica, con el ejercicio del poder?
Depende de qué entendemos por ejercicio del poder. Si solo se
gobierna dentro del orden establecido, a la final se impone el
'pragmatismo' y lo utópico es relegado, y hasta traicionado. Por lo
tanto, deberíamos considerar que, siempre, el poder por el poder
embrutece, mientras que el ejercicio de la autoridad responsable con
quienes eligen, respetuosa del mandato encomendado, tomando decisiones
de forma horizontal y participativa, ennoblece.
En España hay sectores que cuestionan cómo Podemos
ha adaptado su programa político para intentar el ‘asalto al poder' ¿El
fin justifica los medios?
Me parece que ya es hora de superar esa idea de 'asaltar el poder'.
Es preferible construir poderes contra-hegemónicos coherentes con
nuestros principios y planes originales, antes que ir cambiando
posiciones simplemente para ganar elecciones.
En España, en Europa, en los países ‘occidentales’
se cuestiona cada vez más el sistema democrático imperante. De hecho, en
España el movimiento 15M llenó las plazas al grito de "lo llaman
democracia y no lo es". ¿Está de acuerdo? ¿Cómo definiría usted la
democracia que necesita nuestro tiempo histórico?
Viví directamente la experiencia del 15-M. Sobre todo en Barcelona.
Fue maravillosa. Y entonces, una vez más, comprendí que la 'democracia'
de hoy es estática, inamovible e impide construir una sociedad
equitativa. En esencia: impide construir democráticamente una sociedad
democrática. Parece trabalenguas, pero la 'democracia' de hoy –hija
predilecta de la modernidad- se ha vuelto un mecanismo para ejercer
despóticamente el poder sin fortalecer a la sociedad civil; si hoy
tenemos un proceso no democrático, el resultado tampoco lo será. Y no es
ninguna coincidencia. La modernidad necesita de estas 'democracias'
cual velos blancos para ocultar las relaciones de poder que realmente
nos controlan. Es contra esos poderes que debe generarse un verdadero
proceso democratizador, que empiece en los hogares, expandiéndose por
todos los ámbitos de la vida de los seres humanos, sin excepción.
¿Qué puede aprender Europa de los procesos que se han dado en América Latina en los últimos años?
Mucho. Primero, sí hay alternativas civilizatorias en todo el mundo,
aun en aquellas regiones 'salvajes' según la lógica eurocéntrica.
Segundo, los procesos no deben copiarse. Tercero, nunca se justifica la
solidaridad cómplice, incapaz de criticar a los 'progresismos'
latinoamericanos que han construido espacios de poder contrarios a las
alternativas que originalmente apoyaron. Desde el poder, estos
'progresismos' engendran caudillos del siglo XXI.
¿Cree que la tradición colonial europea le deja mirar hacia América Latina?
Europa debe repensarse desde adentro. Por mucho tiempo fue el
continente de las luces, con propuestas y visiones potentes:
capitalismo, liberalismo, comunismo, socialismo… Sin embargo, aquellas
luces –alumbradas, por cierto, con el oro y la sangre de la conquista y
la colonización- quizá ya se apagaron. Ahora Europa vive de los
recuerdos, como cuando vemos los frutos del saqueo en sus museos. Y lo
que es peor, no ha aprendido de su propia historia. Basta ver el trato a
Grecia con su deuda externa, que no se compadece con el trato que
recibió Alemania en 1953, cuando se le ayudó a resolver razonable y
definitivamente sus problemas de sobreendeudamiento.
Se habla de procesos constituyentes con cierta
alegría… ¿Qué tipo de proceso constituyente ayuda a 'redemocratizar' una
sociedad?
El proceso constituyente es tan importante -o quizá hasta más- que el
producto final. Pero todo depende de cómo se entiende una Constitución.
Ésta no es solo la ley más importante, o la pomposa 'carta magna'. La
Constitución es un proyecto de vida en común y, por lo tanto, debe
construirse con una amplia participación de la sociedad. Sin embargo, la
sociedad debe erigir mecanismos para que los gobernantes respeten ese
acuerdo, lo cual incluye mecanismos de desconcentración del poder. Eso
es importante. La Constitución no debería ser un 'saludo a la bandera',
pero mientras los dueños del poder tengan la capacidad de incumplirla,
¿por qué habrían de dejar de hacerlo? Como sociedad civil no debemos
permitir ningún retroceso en ningún aspecto muchos menos en derechos
adquiridos
Una de las claves de cualquiera de estos procesos es
quién participa. En la Transición Española se optó por ‘notables’ o
‘personajes’ de peso en el país. ¿Cuál es el modelo de participación que
considera más adecuado en estos momentos históricos?
Elaborar una Constitución no es tarea de 'notables'. El aporte de los
constitucionalistas podría ser útil al redactarla, aunque se puede
correr el riesgo de que la desvirtúen en nombre de una jurisprudencia
obtusa. Un proceso constituyente, en tanto tarea de toda la sociedad,
empieza muchos antes de que se instale una Asamblea Constituyente; y
continúa mucho después de que esta haya concluido sus funciones.
Usted presidió la Asamblea Constituyente de Ecuador y
luego ha sido muy crítico con el gobierno de su país por el
incumplimiento de la norma que salió de aquel proceso. ¿Faltan
mecanismos de fiscalización que hagan de una constitución política algo
más que una ‘bonita’ declaración de intenciones o cuál es la clave para
que sean efectivas?
Si la sociedad no se apropia de su Constitución, esta nunca echará
raíces. Sin esas raíces los gobernantes, sobre todo los caudillos -como
Correa en Ecuador- harán siempre lo posible para manejar e interpretar
la Constitución a su antojo, y adecuarla según las circunstancias. Sin
embargo, también importa entender la historia de los países y no olvidar
el camino recorrido. No confiar en el supuesto 'patriotismo' de los
mandatarios sino hacer las cosas pensando en la sociedad y cómo esta
puede fortalecerse con el proceso constituyente y no dejar que suceda lo
contrario
¿Cómo afecta la corrupción a la confianza en el sistema democrático?
La corrupción, sin duda, es un lastre que afecta sobre todo la
confianza en el otro, tanto en la esfera pública como privada. Es un
cáncer para la democracia. A la corrupción hay que entenderla no solo
como actos reñidos con la ley, sino también como el abuso de poder por
parte de individuos u organizaciones, públicas o privadas, en
actividades económicas, políticas, sociales, empresariales, sindicales,
culturales, deportivas, que beneficien directa o indirectamente a una
persona o a un grupo. Pero, acaso, ¿la corrupción no es propia del
capitalismo? La denuncia de los Papeles de Panamá no solo confirma que
la corrupción es inherente al capitalismo, sino que encima nos recuerda
que hay personas corruptas, vinculadas a los paraísos fiscales, y al
frente de diversas funciones del Estado. Esto evidencia que el propio
ejercicio del poder en nuestras sociedades actuales es corrupto y
corruptor.
¿Qué alternativas hay al modelo de Estado Nación que conocemos?
Es una pregunta gigante. La respuesta en realidad empieza imaginando
al mundo desde abajo, no desde el gran Estado centralizado. Requerimos
otro Estado, pensado y reorganizado desde abajo, desde lo comunitario.
Hay que garantizar la participación y el control social desde las bases
de la sociedad en el campo y en las ciudades, desde los barrios y las
comunidades: sociedades fundamentadas en una horizontalidad, que incluso
cuestiona a la propia lógica de centralización y concentración
capitalista. Eso demanda democracia directa, acción directa y
autogestión, no nuevas formas de imposición vertical y menos aún
liderazgos caudillistas e iluminados.
Parece que todo está en crisis: el modelo político,
el modelo económico, las relaciones sociales… ¿Dónde encuentra usted
razones para el optimismo? ¿Qué buenas prácticas destacaría usted?
Si solo leo los titulares de los grandes medios de comunicación,
privados o gubernamentales –por cierto hay muy pocos medios públicos
importantes- me hundo en la desesperación. Pero al mirar el horizonte
desde el mundo de la sociedad profunda, recupero el optimismo. Hay
respuestas muy creativas y solidarias desde los marginados y olvidados
de la modernidad. Respuestas cargadas de humanidad y de una real
responsabilidad con la Naturaleza. Incluso hay propuestas de alcance
global, como la Iniciativa Yasuní-ITT, construida desde la sociedad
civil, no desde el gobierno, de dejar el crudo en el subsuelo amazónico,
a cambio de una contribución surgida de responsabilidades compartidas,
pero diferenciadas: los países ricos debían financiar un fondo que
asegure la vida de los pueblos en aislamiento voluntario y la
conservación de esa “Arca de Noé” del siglo XXI; esto, por ahora, falló
por los intereses de los grandes grupos extractivistas y porque al
gobierno de Correa no le dio la talla para cristalizarla. Esa propuesta,
paso enorme de la sociedad ecuatoriana, llegó a pensarse a sí misma sin
la dependencia del petróleo. ¿Sabe lo que significa eso para un país
que ha vivido y vive aún de las rentas petroleras?
Las Constituciones de Bolivia y Ecuador introdujeron
el concepto del Buen Vivir en sus textos ¿Se anima a definir en pocas
palabras qué es el Buen Vivir a nuestros lectores?
Buen Vivir: armonía de los seres humanos consigo mismos, con la
comunidad, armonía de las comunidades con otras comunidades, de
individuos y comunidades con la Naturaleza. Realmente es una categoría
en permanente construcción y reproducción, y no un concepto estático ni
retrógrado o propagandístico. El Buen Vivir es una categoría central de
lo que podría entenderse como 'filosofía de vida' de muchas sociedades
que buscan la armonía entre sí y con la Naturaleza. Eso la hace una
propuesta de vida con potencial incluso global, aunque históricamente
haya sido marginada.
Nuestros políticos nos prometen en el futuro vivir mejor… ¿es lo mismo vivir mejor que vivir bien?
Fíjese que al decir "vivir mejor" estamos diciendo, en el fondo, que
queremos "algo más". Siempre se exige "vivir mejor". ¿No suena eso
familiar a la lógica capitalista de acumular ad infinitum, o a la lógica
del crecimiento económico permanente? El Buen Vivir, en cambio, rompe
con esa lógica pues supone una visión holística e integradora del ser
humano, inmerso en la gran comunidad de la Pacha Mama, la Madre Tierra.
No se trata de "vivir mejor" pues, de hecho, se puede aparentar "vivir
mejor" al mismo tiempo que se mantienen aquellas inequidades gracias a
las cuales pocos viven a costa del sacrificio de muchos. ¿No es esa la
idea del 'Estado de Bienestar': vivir mejor manteniendo las inequidades
del capitalismo? El Buen Vivir –que incluso es afín a ideas tales como
el decrecimiento- se opone a seguir presas de la ilusión del
crecimiento, el progreso y el "desarrollo", por tanto, se opone al
"vivir mejor" que implica capitalismo de por medio: que muchos vivan
peor. El Buen Vivir es para todos y todas, o no lo es.
¿Puede ser el Buen Vivir un antídoto contra la corrupción, el individualismo, la debilidad democrática,…?
El Buen Vivir, existente en diversas partes del planeta, con sus
valores y sus múltiples prácticas, que han resistido a la interminable
colonialidad, no es un antídoto, ni tampoco una receta y menos un
mandato global a imponerse. Hablemos mejor de buenos convivires, en
tanto vivencias existentes o por construir, para no abrir la puerta a un
Buen Vivir único, homogéneo, imposible de construir, por lo demás.
Pero, eso sí, el Buen Vivir no plantea alternativas de desarrollo,
plantea alternativas al desarrollo y, de hecho, plantea alternativas a
la civilización del capital…
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